Madrid es una ciudad de contrastes. Mientras unos están tomando unas cervezas en la taberna de conspiradores, a la misma hora, otros, se manifiestan en la plaza Tirso de Molina. Esos otros son como los de la película de Amenabar, fantasmas del pasado que se quedaron en nuestro mundo y, de vez en cuando, nos pegan un susto. En frente, la resistencia del barrio de Lavapies responde a la manifestación rapada protegida por los antidisturbios. ¡Qué imagen!. En pocos minutos, barricadas, coches en medio de la calle, aceras con los adoquines arrancados. Lavapies en llamas. Las sirenas de las furgonetas policiales resuenan en la tarde-noche madrileña mientras acabamos con las patatas extremeñas de los conspiradores.
En la puerta del Sol, la multitud se mueve al unísono, desperdigandose por las entradas de las innumerables tiendas que pueblan el anterior castizo centro de Madrid. La calle preciados es una masa uniforme poblada de multiples vidas y de bolsas de plástico de diferentes colores. Nadie diría que nos encontramos en un momento de recesión económica. El partido humanista nos recuerda que estamos en periodo electoral con sus globos naranjas y su grupo de hip hop rapeando sus letras en frente del fotogénico oso y su madroño. Cogieron el testigo del Partido Popular que, durante las dos semanas anteriores, habían ocupado Sol y entonado sus cantos de auto-alabanza.
Los mimos de preciados se sitúan a lo largo de toda la calle, atrayendo como imanes a ingentes elementos de la masa uniforme mientras los chic@s de Greenpeace, Manos Unidas y ACNUR les intentan convencer para que se asocien.
Apareces y desapareces y cuando regresas, los rapados de Alianza Nacional se han parapetado al lado de la estatua ecuestre de Carlos III, ondeando sus banderas con el pollo. Son cuatro gatos, como se suele decir, pero arrastran la presencia de los antidisturbios en cada una de las entradas de la Puerta del Sol. Sin rastro de la resistencia, algunos se dejan lustrar los zapatos por los limpiabotas y otros siguen su camino, en dirección a cualquier lugar donde se les permita rellenar su carencias ficticias y reales. La vida continúa.
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