Estos cuerdos te dejan sin aliento. Invaden los espacios tertulianos, acaparan las noticias de los telediarios, se apoderan de los periódicos, asaltan las pantallas de las televisiones. Toman gobiernos y dirigen empresas. Aquellos que han derrotado, los abducidos, ensayan la cordura acodados en las barras de los bares, en los taxis, en los grupos de amigos. Cualquiera de los que te rodean puede ser uno de ellos. Intentan introducirse en nuestras cabezas y tomar el control. Ni siquiera quieren que digamos tal cosa o hagamos esta otra. Sólo quieren, como desiderátum, que nos callemos, que no nos movamos. Hasta que lleguemos a este estado catatónico nos piden que repitamos una y otra vez las mismas consignas. La habituación a estas consignas equivale al silencio, a la parálisis. Cuentan con ello. Llevan años entre nosotros, con su misión evangélica. Sólo los locos pueden hacerles frente. Los locos que viven entre los cuerdos no se callan.
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