Cuando en España sólo existían dos canales de televisión, programaron en la 1, un reportaje sobre las apariciones marianas de El Escorial. Una virgen dolorosa tras nubes algodonadas se apareció sobre un fresno ante una señora llamada Amparo. Esta mujer fue elegida por el espíritu como vía de transmisión de sus mensajes que, en programación mensual, eran retransmitidos al mundo con voz cavernosa y espeluznante. Al escucharla, lejos de quedar extasiados por la voz virginal de la madre de Jesús, lo primero que querías hacer era salir corriendo y escapar pues no podía ser otro que Satanás el poseedor de esa voz. Más tarde, cuando estudias historia de la religión, católica que es la que nos toca, te das cuenta de que esa voz de ultratumba, tenebrosa, oscura y enferma sólo puede pertenecer a los miembros del rebaño o alguno de sus pastores más relevantes, como la pura virgen. Veintisiete años después de la alucinación enfermiza de Amparo, ésta, más rica gracias a las generosas donaciones de los crédulos y más vieja, sigue siendo el instrumento elegido por la Señora para extender al mundo su mensaje. Lo cual sólo refuerza la idea de que la estupidez domina en el reino de los cielos al elegir instrumento tan inútil. Alrededor de la iglesia, templo de la ignorancia, crecen monstruos.
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