¡Guau! ver lo que un perro hace en una autopista chilena cuando su compañero de correrías es atropellado por un automóvil es, sencillamente, alucinante. En este país de cerdos, digo de cuerdos, estamos acostumbrados a que noticias protagonizadas por animales, no tan admirables como el perro chileno, copen los titulares de los periódicos y del resto de medios de comunicación. Bestias desagradables, violentas, insensibles, hipócritas, mentirosas, mamporreras, con bigote y raqueta de padel, con sombrero tejano, fumando un cohiba, con corona, escondidas entre las sombras o a cuerpo descubierto, armadas hasta los dientes, de medias sonrisas sospechosas o de estruendosas carcajadas, remedos vulgares del tio Gilito. En ocasiones, entre tanta fastidiosa noticia, se cuela alguna otra que ofrece una lectura menos pesimista de la animalidad. Ver como un perro saca de la carretera a su compañero atropellado ,esquivando los coches que circulan a su alrededor, es, sencillamente, alucinante. Nuestros ojos humanos ven amistad, ayuda, compañerismo, el jugarse la vida por alguien. Conductas exclusivas del ser humano y vetadas al resto de seres vivos. Vendrán los que intenten dar una explicación etológica del comportamiento del perro que la despoje de una interpretación humanizadora, que intente colocar a cada uno en su sitio. Nosotros como poseedores de elevadas virtudes, no compartidas con otros seres. Sólo. Puede que estén en lo cierto. Pero cada vez que leo un periódico tiendo a pensar en lo que un día dijo Konrad Lorenz. "Creo haber encontrado el eslabón perdido entre el chimpance y el hombre civilizado; somos nosotros". Chapó por el perro chileno.
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