Yo le decía que no entendía que se permitiera hacer ostentación de una bandera que representa a una dictadura sangrienta y represiva y él me contestó que, bueno, cada uno podía pensar lo que quisiera. Yo le decía que las raíces de nuestra democracia aún están hundidas en el lodo de la dictadura puesto que nadie se había preocupado de limpiarlas, y el lodo nos lo han vendido como un paisaje verde y florido, y él me contestó que eso eran cosas del pasado que ya estaban olvidadas. Yo le decía que aún había muertos enterrados en las cunetas de las carreteras de nuestro país y él me contestó que era mejor dejar descansar a los muertos en paz. Yo le decía que cada vez que se pretendía limpiar nuestras raíces, las hordas de los cuerdos desplegaban sus garras retráctiles y él sólo sólo me daba disculpas, justificaciones y evasivas.
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